Juan Martín Velasco en la IV Conferencia Santa Catalina de los laicos dominicos de Atocha
Celebrada el miércoles 25 de abril en el Salón de Actos del Colegio Virgen de Atocha que los dominicos tienen en Madrid.
Juan Martín Velasco: “El problema no está en la práctica religiosa, lo que está en juego es el reconocimiento de Dios como Dios y nuestra relación con Él”.
Todos los años en honor a su patrona, la laica dominica Santa Catalina de Siena, la Fraternidad Laical Dominicana de Atocha organiza una conferencia. Este año, el invitado fue el teólogo Juan Martín Velasco y el tema que abordó: ser cristianos, ser religiosos, en la sociedad y la cultura actuales. Reputado especialista en fenomenología de la religión y ciencias de las religiones, Juan Martín Velasco realizó un interesante y preciso análisis de la situación de crisis religiosa que atraviesa la sociedad europea actual para después reflexionar acerca de cuál sería la respuesta que debería darse desde el cristianismo a dicha crisis.
En primer lugar, Martín Velasco hizo una llamada a la prudencia a la hora de hablar de “descristianización” o “poscristianismo” ya que el uso de estas expresiones presupone una idealización de épocas anteriores que, quizás, no eran tan cristianas como generalmente tendemos a pensar. Hay que prestar atención a la situación social y cultural presente “para responder a la pregunta de cómo ser cristianos en esa situación. Pero hay una razón más profunda: la situación en la que vivimos forma parte de la revelación de Dios a nosotros y de la llamada que nos dirige”. Se trata de tomarse en serio lo que el Concilio Vaticano II dijo acerca de “los signos de los tiempos”. En lo que acontece podemos encontrar “indicios de la llamada de Dios a nuestra generación a la que nosotros tenemos que responder”. La situación en la que estamos es la puerta a la que Dios está llamando y es el lugar a través del cual nos encontraremos con Él. Los acontecimientos presentes son, por tanto, un lugar teológico.
Rechazando de este modo toda tentación de oponer mundo y Dios, Martín Velasco pasó a exponer los principales rasgos de la crisis religiosa, en general, y del cristianismo, en particular, que atraviesa Europa.
En primer lugar, la merma de los elementos visibles del cristianismo, es decir, de sus mediaciones. Esto se percibe con toda nitidez en las prácticas religiosas: “los ritos de paso ya no se celebran religiosamente en un número importante de casos”. Pero también en lo que los sociólogos denominan la desregulación del creer que ha dado origen a un “cristianismo de supermercado” en el que el creyente toma las ofertas religiosas y éticas que, en su opinión, mejor responden a sus necesidades.
En segundo lugar, el proceso de secularización, entendido éste como “el progresivo proceso de autonomización de esferas cada vez más amplias de la vida social, de la vida cultural, de la vida personal del influjo de la religión, de la teología, de la iglesia”. Ciertamente, no se ha cumplido el axioma sociológico que se formuló a mediados del siglo XX según el cual a mayor modernización, mayor secularización y muchos hablan de que Dios está presente de una manera diferente, “una presencia bajo la forma de ausencia”. Sin embargo, Europa se ha convertido en una excepción en la que el ateísmo del pasado ha dado paso a la increencia, es decir, a la indiferencia prácticamente absoluta ante lo religioso.
“El problema –señala Martín Velasco- no está en las mediaciones sino en el centro de la vida religiosa: Dios y la relación que el hombre establece con Él. Lo que está en juego es el reconocimiento de Dios como Dios y la fe, que es el medio por el que nos encontramos con Dios”. En Europa no hay propiamente una crisis religiosa, sino una crisis de Dios. El problema no es la falta de práctica religiosa o el deterioro de las creencias sino “la anemia de la fe”, empleando la misma expresión que Benedicto XVI en su viaje a Alemania.
Desde la década de los 20 del siglo pasado, la Iglesia lleva tratando de responder a la situación europea haciendo constantes llamadas a la reevangelización. Sin embargo, los frutos han sido muy escasos. Ello es debido a que no estamos respondiendo a la crisis con medidas de su mismo calado. A la crisis de Dios “no se responde sencillamente mejorando aspectos externos del cristianismo. La respuesta depende de que se desarrolle la veta mística de lo cristiano”. Y la mística no es sino hacer experiencia de Dios: “se trata de haber tomado conciencia de la presencia de Dios que nunca nos falta y haber consentido personalmente a esa presencia. Entonces se produce una transformación radical de la persona. Eso que el evangelio de Juan llama nacer de nuevo”.
Debemos tomar conciencia, por tanto, de la necesidad de esto que los maestros espirituales han llamado “segunda conversión” y que conduce a la unión entre la fe y la experiencia. Solo si trabajamos en nuestras comunidades cristianas una verdadera mistagogía podremos llegar a ello.
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