Quiénes somos

 


Testimonio de Carmen Serrano y Roberto Delmas

Con el Concilio Vaticano II, los laicos recibimos un aviso nítido de lo que la Iglesia necesita de nosotros y nosotros, los laicos dominicos, tenemos desde hace casi ochocientos años el encargo de nuestro padre Santo Domingo de hacer efectiva la orden evangélica de ser “luz del mundo” y “sal de la tierra”.

Ante estas expectativas, ¿cómo y dónde tenemos que actuar?: cómo, dando un testimonio nítido de nuestra fe en medio de la sociedad en la que nos desenvolvemos, dejando a un lado los prejuicios que nos puedan influenciar, de una sociedad a veces descreída pero que sabemos que también en ciertos momentos busca la Verdad para orientar su vida hacia una meta más racional y más de acuerdo con unos valores morales y evangélicos.

Ante este reto, los laicos dominicos tenemos que estar preparados para dar testimonio de vida y dar respuesta rápida cuando oímos o vemos cuestiones que están en abierta contradicción con esos valores morales o evangélicos a los que hemos hecho mención anteriormente, y esta preparación no es otra cosa que oración para pedir discernimiento y formación que son unos de los pilares de nuestro carisma, formación que mas que intelectual, debe conseguir que nos posicionemos con la visión y el punto de vista que la Iglesia tiene respecto a problemas de actualidad y problemas de siempre y con oración, porque sin ella nada podremos hacer.

A nosotros como matrimonio dominico, el estar unidos a la Orden de Predicadores nos ha supuesto una ayuda inestimable en la educación de una familia de cinco hijos y diez nietos -hasta el momento- donde repetimos, que predicando con el ejemplo pero también con la palabra en los momentos oportunos, les ha proporcionado una formación cristiana de un valor inestimable para andar por la vida. Hemos pretendido, también, que nuestros amigos -al margen de los que forman nuestra fraternidad y familia dominicana- vean en este matrimonio dominico al menos el esfuerzo de seguir a Jesucristo con nuestras debilidades y miserias, sin olvidar que el que llama y obra siempre es El.

Pero el campo es amplio y como nos recuerda el Maestro General en su carta reciente a los laicos dominicos también podemos hacernos presentes en situaciones como: “…en la responsabilidad profesional, en el compromiso político o social, en lo concreto de las dificultades conyugales, en el dolor de las variadas problemáticas de los hijos, en los momentos difíciles de reorientación profesional, en las dificultades con el empleo, en el paso a la jubilación, en la soledad de la vejez, en donde se plantean los más urgentes temas de la predicación”.

Cada carisma tiene una Misión que cumplir y el carisma de la Orden de Predicadores no es otro que la salvación de las almas por medio de la predicación y hacia ese objetivo se deben encaminar nuestros pasos y dedicación y todo el esfuerzo que dediquemos a esto sabemos que el Señor nos lo compensara al “ciento por uno”.

Seguimos a Cristo resucitado, Él va delante de todos. Nosotros somos sus humildes compañeros de viaje y así nos presentamos ante vosotros.
”Que la vida de Santo Domingo de Guzmán nos empuje a todos a ser fervientes en la oración, valientes en vivir la fe y profundamente enamorados de Jesucristo” a quien tenemos que predicar.
 

Dña. Carmen Serrano, OP y D. Roberto Delmas, OP
Fraternidad de Murcia.

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