Quiénes somos

 


Testimonio de Juan Jesús Pérez

Domingo me enseñó el camino hacia la Verdad -estudio- y el mundo -misericordia-. Un estudio fuera de la fiebre del título académico; un estudio contemplativo, continuo, contrastado, humilde. Una misericordia lejos de la lástima; una misericordia abierta a la compasión, acogida, acompañamiento, enseñanza.

En la vida de cualquier cristiano la maduración de la fe es esencial; pues, así como no podemos ponernos a los veinte años el traje de la primera comunión, tampoco podemos vivir nuestra fe adulta con las rentas de las vivencias y catequesis de aquellos días. Las experiencias y necesidades de cada momento de nuestra vida nos empujan a buscar a Dios madurando en nuestra fe.

En mi último año de bachiller todas las ideas sobre Dios parecieron desmoronarse; un choque entre fe, razón y ciencia. ¿Quién es Dios? ¿Y yo? ¿Quién me podría hablar de Él/mí diciéndome la verdad? Busqué y encontré: Orden de Predicadores, luces de la Iglesia, doctores de la Verdad, predicadores de la Gracia… a Domingo de Guzmán.

Hasta ese momento nunca había oído hablar de él ni de su obra. Y, antes de leer lo que de Dios/mí me podía contar el santo castellano, leí sobre quién era él. Enseguida me cautivó su celo por buscar y enseñar la verdad -no temía iniciar conversación con quien fuera porque estaba seguro de la veracidad de sus fuentes tras estudiarlas y contrastarlas- y, a la vez, su gran misericordia -acogía a todo el mundo con cariñó haciendo veraces las palabras del Bto. Jordán de Sajonia: «porque a todos amaba, por todos era amado»-.

Domingo me enseñó el camino hacia la Verdad -estudio- y el mundo -misericordia-. Un estudio fuera de la fiebre del título académico; un estudio contemplativo, continuo, contrastado, humilde. Una misericordia lejos de la lástima; una misericordia abierta a la compasión, acogida, comunidad, enseñanza. Fue el momento en el que descubrí que no podía dejar de ser lo que ya era. Quizá se puede tardar en hallarlo, pero una vez desvelado se expresa la felicidad del ser: cristiano (por Cristo y su Iglesia), dominico (por Domingo y su Orden) y laico (según mi estado, S. Pablo - 1 Cor. 7, 24).

Tras este gran descubrimiento y siguiendo también inquietudes personales, estudié teología, filosofía y derecho para humildemente conseguir dos objetivos: uno, eliminar a través del estudio y la enseñanza los posibles errores que se hubieran instalado en la fe cristiana y, otro, defender la dignidad de la persona y la vida humana (los derechos humanos). En esto he concretado yo mi vocación dominicana, mi predicación de la Buena Nueva.

Sin embargo, si bien lo dicho hasta ahora es dar a los demás lo estudiado y hablar de Dios a los demás, queda una parte importante cuando se es dominico: contemplar y hablar a Dios de los demás. Cuando me dispuse con diecisiete años a buscar a Dios, también me buscaba a mí mismo. Domingo para hablarme de Dios y de mí -aunque el lenguaje pueda parecer infantil, es gráfico- me cogió de la mano y me llevó delante de la Virgen -Madre de la Misericordia, del Rosario- y Ella, la Madre de Dios, me habla de quién soy hablándome de su Hijo y conservando también en su corazón mis esperanzas sobre mí y la humanidad.

D. Juan Jesús Pérez Marcos, OP
Fraternidad “Dulce Nombre de Jesús” de Jaén
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