Predicaminata: Textos para la reflexión
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.» Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»
Santo Domingo y su Orden
Fray Enrique D. Lacordaire OP
Editorial San Esteban-Edibesa · Salamanca, 1989
Tres ciudades gobernaban en aquel tiempo a Europa: Roma, París y Bolonia; Roma por su pontífice; París y Bolonia por sus universidades, que eran el punto de reunión de la juventud de todas las naciones. Estas tres ciudades escogió Domingo para capitales de su Orden y para recibir a sus primeros enviados. Mas tampoco podía olvidar su patria, aunque no hubiese entrado todavía en el movimiento general de Europa, ni abandonar el Languedos, que había tenido las primicias de sus trabajos. Vemos, pues, qué tarea se proponía realizar a la vez y con qué elementos. Dieciséis hombres le parecían suficientes para conservar Prulla y Toulouse, para ocupar Roma, París, Bolonia y España. Ni aún se limitaban a esto sus proyectos. Aspiraba, como hemos visto, a evangelizar a los infieles de ultramar, y ya dejaba crecer la barba al modo de los orientales, para estar dispuesto al primer viento favorable. Con la misma previsión, deseaba que sus religiosos eligiesen canónicamente uno de entre sí que le sustituyera a su partida. Regulado todo así en su pensamiento, y después de disfrutar algún tiempo de la dicha de vivir en común con todos los suyos, los convocó en el monasterio de Prulla para el día de la Asunción de aquel año 1217.
Ese día, una numerosa concurrencia se agrupaba a las puertas de la Iglesia de Prulla. Parte venían por la antigua devoción del lugar; otros por curiosidad; al efecto había traído también obispos, caballeros y al conde de Montfort. Domingo ofreció el santo sacrificio en aquel altar, con frecuencia testigo de sus secretas lágrimas; recibió los votos solemnes de sus frailes, que hasta entonces solamente le habían estado ligados por la constancia de su corazón, o que, a lo más, no habían hecho sino votos simples.
Terminada la ceremonia pública, Domingo declaró a los Hermanos sus planes sobre cada uno de ellos. Guillermo Claret y Natal de Prulla debían quedar en el monasterio de Nuestra Señora de Prulla; Tomás y Pedro Seila, en San Román de Toulouse. A España había destinado a Domingo de Segovia, Suero Gómez, Miguel de Usero y Pedro de Madrid. París tenía tres franceses: Mateo de Francia, Bertrán de Garriga y Oderico de Normandía; tres españoles: el Beato Manés de Guzmán, Miguel de Fabra y Juan de Navarra, y con ellos el inglés Lorenzo. Domingo se había reservado únicamente a Esteban de Metz para las fundaciones de Roma y Bolonia.
(...) Esta división del mundo entre unos cuantos hombres era ya en sí misma un espectáculo extraordinario; pero lo fue todavía más por sus circunstancias. Los nuevos apóstoles partieron a pie, sin dinero, desprovistos de todo recurso humano, con la misión no sólo de predicar, sino de fundar conventos. Únicamente Juan de Navarra rehusó ponerse en camino en tales condiciones y pidió dinero. Domingo, viendo a un fraile predicador que no confiaba en la Providencia, rompió a llorar, y se echó a los pies de aquel hijo de poca fe. Mas no pudiendo vencer su desconfianza, ordenó que le entregaran doce denarios.
Fray Juan José de León Lastra OP
Santo Domingo entendió que la predicación del Evangelio exigía salir del monasterio. Por ello era necesario institucionalizar un modo de ser religioso distinto del monacato. Religiosos que si bien vivían en comunidad, desde la comunidad deberían salir a predicar. Serían religiosos que sustituían la estabilidad monacal por la itinerancia de los frailes. Él mismo optó por abandonar la estabilidad de canónigo en Osma por la de fraile predicador itinerante. Y así recorrió en su corta vida de itinerante, unos dieciséis años, distancias que nos sorprenden. Siempre a pie.
Caminar largo es un esfuerzo, un desgaste, un dejar algo de uno mismo en el camino: el cansancio y el dolor nos lo hacen sentir. Caminar es una actitud esperanzadora. Vamos a un lugar al que queremos llegar. La peregrinación a lugares santuarios ha tenido siempre un carácter penitencial. “Carácter penitencial” quiere decir que se opta por el esfuerzo, a veces doloroso, para conseguir lo que no se conseguiría sin ese esfuerzo, sin ese dolor: en el caso de la peregrinación, llegar a un lugar santo o santificado por otros. Y ese lugar predica.
Ante el Santo Domingo penitente de la Cueva de Segovia se debe llegar normalmente haciendo penitencia, o al menos salir dispuesto a hacerla. Penitencia con sentido, que permite no dejarnos llevar por lo cómodo, lo fácil, lo que aburguesa, y saber sacar de lo que somos lo que necesitamos, a pesar de las protestas de nuestro cuerpo, significadas en el cansancio, el dolor acaso. Incluir lo penitencial en nuestra vida la dignifica, hace que nos sintamos mejor, con más fuerzas para acometer diversos compromisos. Incluso proyectos que creeríamos que rebasaban nuestras fuerzas. El cuerpo mismo acaba agradeciéndolo.
Fray Juan José de León Lastra OP
Estamos celebrando la Eucaristía el día de la Santísima Trinidad. La Trinidad en la unidad que Cristo nos reveló y que inmediatamente la comunidad cristiana aceptó es el misterio del Dios cristiano por excelencia. Que no pretende sólo descubrir una realidad peculiar en Dios, sino manifestar cómo debe ser el hombre y la mujer “hechos a imagen y semejanza de Dios”, según enseña el Génesis: han de ser personas que, como las de la Trinidad, se definan por su comunicación entre ellas y por su relación amorosa: buscar la verdad y estar abiertos al amor han de constituir el ser humano.
Aquí en esta cueva donde oró e hizo penitencia santo Domingo, recordamos su figura, conducidos por el relato que de él nos dejó Jordán de Sajonia. Quiero resaltar lo que dice de su “ecuanimidad inalterable, a no ser ante la miseria humana”. Domingo fue un carismático que supo equilibrar el carisma con la institución, sin excesos que se convirtiese en fuegos artificiales: por ello quiso que su obra fuera seguida por otros, sus frailes, organizados como orden religiosa. Su ecuanimidad es un ejemplo ante el “exceso” como característica del ser humano que abunda en nuestra sociedad: exceso del que necesita gritar e insultar para situar sus ideas o su persona en el ámbito en que se mueve; exceso de la intransigencia en las opiniones individuales, que impide el análisis sereno de ideas, intereses, afectos; exceso en la necesidad de rodearse de mucho tener, mucho poder, mucho placer, prescindiendo de disfrutar de lo sencillo de la Naturaleza, de la convivencia humana, de la amistad, de verse bajo los ojos de un Dios que ama.
Quiero sin embargo resaltar dos “excesos” con clara vertiente positiva. Hoy celebramos el día pro orantibus, día de oración y acción de gracias por la vida contemplativa de monjes y monjas. Un “exceso” de oración, silencio, estabilidad en el monasterio, relación comunitaria, separación de estilos comunes de vida, que tiene pleno sentido como grito denuncia por la falta en nuestra sociedad de silencio, serenidad, contemplación, de convivencia fraterna, de verse ante Dios y ante el otro: de lo más hondamente humano, de lo que puede llenar nuestra vida de sentido, de felicidad.
El otro es la “Predicaminata”. Muchas horas de caminar amistoso en contacto con la naturaleza, ejercitando nuestro cuerpo, sacando de él lo que está oculto, olvidado, de sacar a la luz el gusto de disfrutar de la Naturaleza, pisarla para sentirla, de dejarnos acariciar por el aire y superar el calor: de disfrutarla y superarla como afirmación de nuestra condición humana. A la vez que se vive la metáfora de nuestra itinerancia, de vivir en camino, estimulados por la brisa fresca y superando la dificultad del bochorno. Siempre en convivencia de amigos. Es un grito contra un estilo de vida que busca el placer en lo inmediato, lo banal, artificial, y da espaldas a lo que nos define y sitúa de verdad como seres humanos en nuestro mundo: espaldas al caminar con esfuerzo, a sentir al otro cerca como compañero de camino, no como rival, a valorar y disfrutar del aire, el paisaje…, también la lucha contra el cansancio, y al final la alegría de la llegada y de la acogida. Es en verdad “predicaminar”.
Fray Juan José de León Lastra OP
FIESTA DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR EN LA CUEVA DE SEGOVIA - 2016
1ª La fiesta del Corpus, es el día dedicado a dar gracias al Señor por su generosidad, porfacilitar que pudiéramos hartarnos de él mismo, hecho palabra, hecho pan, hecho vino.Agradecimiento que tiene sentido en la medida que tenemos hambre de él, que sentimos la necesidad de llenarnos de él, de unirnos a él. Nada puede representar mejor esa unión a él que sentándonos a su mesa y teniéndole a él por comida. No lo olvidemos, sin hambre de Cristo, de su Palabra y de su persona no hay Eucaristía. Faltaría el signo que exige hambre para que diga algo el alimento, el banquete. Sin signo no hay sacramento.
2ª Jesús ordena a sus discípulos que le piden que despida a la gente “dadles vosotros de comer”, como hemos escuchado en el texto evangélico. (El relato de la institución de la Eucaristía, fiesta que celebramos, aparece en la segunda lectura. Es el relato más antiguo que de ese momento tenemos). La gente, como dice el texto, había estado escuchando su predicación sobre el reino de Dios. No era muy coherente predicar un mensaje de atención al necesitado, de amor de unos a otros, de acogida mutua, como exige el reino de Dios y, al terminar la predicación, ya tarde, “declinando el día”, despedirles muertos de hambre.
3ª El evangelio que hemos escuchado permite tener una visión plena de la eucaristía: Pusieron en común los pocos panes y pocos peces, hubo para todos y sobró. La eucaristía es celebración de una comunidad, presidida por el sacerdote; participar en ellaplenamente es acercarse a la comunión. Comunión quiere decir común unión. Si en nosotros no hay espíritu de poner en común lo que tenemos, poco o mucho, si ignoramos lo que es compartir, es difícil que realmente comulguemos en Cristo, que nuestra “comunión” sea de su cuerpo y sangre; que realmente celebremos la eucaristía. También declinaba el día, “ya era tarde” dice el texto de Lucas, cuando Jesús se despidede los discípulos de Emaús; pero éstos no quieren dejarle irse sin cenar, le invitan, comparten su pan, y descubren quién era el invitado, tienen la alegría de su resurreccióny pronto van a comunicarla a los apóstoles.
4ª Celebramos esta fiesta en la Cueva de Santo Domingo. Algunos hemos llegado en peregrinación peatonal, otros en otro tipo de peregrinación. La eucaristía es viático, comida para la vía, para el camino. Santo Domingo pasó la vida en gran parte peregrinando. No le sería fácil, la misa diaria. Entonces tampoco era costumbre tan arraigada como ahora. (Ni siquiera era general la reserva del Santísimo en la Iglesia. Lascatedrales góticas no tenían sitio para el santísimo. Se reservaba normalmente en la sacristía, de ahí su nombre). Pero la Eucaristía fue siempre viático para él. Como lo era su Palabra, llevaba el evangelio de de san Mateo y las epístola de san Pablo con él. Como lo ha de ser para nosotros. Los discípulos de Emaús sintieron arder su corazón al escuchar sus palabras en el camino, antes de sentarse a la mesa. Como santo Domingo, como hemos hecho ayer en la Predicaminata, hemos de caminar con el Evangelio, caminar con la Palabra de Jesús. Luego, ahora, participamos de él mismo en la Eucaristía.
5ª Nuestra peregrinación de ayer y hoy es recuerdo y actualización: recuerdo del peregrino Domingo de Guzmán, actualización de lo que le ponía en camino de un lugar a otro. Sobre todo de la peregrinación interior desde su afán de comunicar el evangelio en un ambiente hostil, hasta decidir la constitución de una Orden de Predicadores; también peregrina, itinerante: una orden que rompe la estabilidad del claustro monacal ydel cabildo de las catedrales, y vive en conventos abiertos a la sociedad. Vivir exige hondura, reflexión que se va haciendo cuando se peregrina no sólo para llegar, sino disfrutando del paisaje de la vida; acompañados de otros a los que se está unido por el mismo destino del camino y por la comunicación mutua de lo que se es y espera, y de quién nos mueve a andar. Subía ayer la cuesta del puerto de Fuenfría a ritmo lento, en silencio, que permitía pensar, y sintiendo el gusto de caminar superando la pendiente, nopensando en lo que faltaba para llegar, sino gustando de cada paso, disfrutando del cantar de los pájaros, de las flores que adornaban el camino: feliz en el esfuerzo. La vida, la vida del predicador en concreto, a veces ¡cuántas! se pone cuesta arriba. Hay que establecer el ritmo para superarla, sin prisas e impaciencias: también cuesta arriba se puede disfrutar en la vida.
Así encuentra sentido esta celebración: es premio y fortaleza en el peregrinar de la vida, en el que no estamos solos, Jesús se ha comprometido a ser viático. Nos sentimos con fuerza para aceptar nuevos desafíos, formular propósitos,. (Algunos de los que vinimos andando pueden que se hayan hecho el propósito de no volver). La peregrinación permite que aflore lo mejor de nosotros, lo que surge de ver la vida con hondura y silencio, que siempre nos lanza al otro, nos une al otro. Todo lo que une es comunión. Yel sacramento de la unión es la Eucaristía: unidos en Cristo en su palabra y en su ser. Unidos a Domingo de Guzmán predicador itinerante, a cuya familia pertenecemos.
Fray Juan José de León Lastra OP
HOMILÍA DEL II DOMINGO DE ADVIENTO EN LA CUEVA DE SEGOVIA - 2018
En este tiempo de Adviento por boca de Baruch este domingo, por la de Isaías otros, recibimos la invitación a alegrarnos por los tiempos que se acercan. La profecía como anuncio de mejores tiempos debe acompañarnos a las personas de fe. Ahora bien, esa profecía, esa promesa exige que para cumplirse pongamos algo de nuestra parte. Esto corresponde a que junto a la profecía nosotros utilicemos la sabiduría. Los libros sapienciales y los proféticos comparten el elenco de libros inspirados. Sin profecía no hay horizonte, avanzamos ciegos, sin sabiduría que nos marca los pasos hacia ese horizonte vivimos en la ilusión. Por eso los profetas que anuncian esos tiempos mesiánicos exigen, abajar montes, rellenar valles, para “caminar con seguridad”. Juan Bautista, más que un profeta según Jesús, cita a Isaías e insiste en ello añadiendo enderezar caminos, acabar con lo escabroso. Lo que debe empezar por nosotros mismos: ser sabio para conocernos, ser transparentes ante nosotros mismos, no autoengañarnos. Así encontrar campo propicio el mensaje de evangelio; y sabremos comunicarlo. Ser sabios también para captar lo nuclear del evangelio y a la vez los signos de los tiempos, el momento histórico en que vivimos.
Ejemplo de esto es Santo Domingo. Su sentido profético, que se refleja en el carisma, ve la necesidad de ir más allá de la estructura monacal en la Iglesia; y piensa, como hoy diría el Papa, en una Iglesia en salida, que se acerca a las periferias. Pero el carisma es insuficiente, es necesaria la sabiduría, ahondar en la Revelación, en la verdad de lo que somos, y en la verdad de la sociedad, de nuestra Sociedad. ¡He ahí lo que se desprende de su vida!
Símbolo de ello es la Predicaminata. Tres días para sentir algo de lo que sentiría Santo Domingo recorriendo esos caminos de Madrid a Segovia hace ochocientos años. Oportunidad para ahondar en qué exige su carácter carismático, su visión de Iglesia, su deseo de mejores tiempos, más cercanos a los mesiánicos de los profetas. Caminata realizada, pues, con sabiduría: paso a paso, midiendo las fuerzas, y, si nos encontramos con dificultad, buscar alternativas. Lo ha experimentado Nacho Antón, y ha hecho un ejercicio de sabiduría. Eso sí, sin quedar solo en los momentos difíciles, sino sintiendo la proximidad del compañero de camino.
La Navidad es profecía y sabiduría. Se celebra si se prepara sabiamente, es decir “estando en lo que se celebra” porque ha ocupado tiempo de reflexión, de oración. No se puede improvisar. Para eso está el Adviento, sin vivir el Adviento no hay Navidad. Es necesario, como en el caminar, ir tomando conciencia de adónde nos dirigimos y cómo hemos caminar, sin quemar etapas.