RETIRO DE CUARESMA DE LA FRATERNIDAD DE BARCELONA
El pasado 29 de marzo, el obispo de Sant Feliu de Llobregat, fray Xabier Gómez O.P., dirigió el retiro de Cuaresma que la Familia Dominicana de Cataluña celebra anualmente.
FOMENTAR LA ESPERANZA
El pasado 29 de marzo, el obispo de Sant Feliu de Llobregat, fray Xabier Gómez O.P., dirigió el retiro de Cuaresma que la Familia Dominicana de Cataluña celebra anualmente. El encuentro tuvo lugar en la iglesia del Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir de Barcelona, perteneciente a la Orden de los Dominicos, y contó con la asistencia de 78 personas, entre frailes, monjas, religiosas, miembros de la Fraternidad Laical de Santo Domingo y otros laicos.
Durante su intervención, titulada “Fomentar la Esperanza”, el obispo nos ayudó a redescubrir la importancia de la esperanza en la vida del creyente. Comenzó su reflexión afirmando que convertirse significa encontrarse y volver a Jesús; es renovar nuestra fe. Esta renovación no solo transforma la vida personal, sino también la de la comunidad cristiana.
Uno de los efectos más significativos de esta conversión es que la existencia del creyente queda marcada por la esperanza. El Dios en quien Jesús creyó, y en quien nosotros creemos, no solo es el origen de la vida, sino también su horizonte de plenitud. Nuestro Dios está presente en el ayer del mundo y de la historia, pero también en su futuro.
La esperanza cristiana no ignora las dificultades del presente. Somos seres de esperanza, pero también de miedos y decepciones: enfermedades, fracasos, soledad, problemas económicos... Además, nuestro momento histórico se caracteriza por un "ánimo bajo", con la depresión como enfermedad recurrente. Muchos perciben el futuro más como una amenaza que como una promesa. Por ello, nuestra esperanza debe ser “lúcida, activa y solidaria”.
- Lúcida: no es una esperanza ingenua. No se basa en sistemas políticos ni económicos, sino en la fidelidad de Dios, que no soluciona mágicamente los problemas pero acompaña en el camino.
-Activa: No podemos esperar pasivamente. Como en la parábola de los talentos, hay que trabajar y actuar en coherencia con aquello que esperamos.
-Solidaria: la esperanza no es individualista. Solo si la compartimos y trabajamos por el bien común, podemos hacerla crecer y transformar el mundo.
La esperanza cristiana nos invita a descubrir la novedad del Reino de Dios y a convertirnos constantemente. Es necesario dejar atrás esquemas antiguos y confiar en Dios, que actúa con el poder del amor y la compasión, no con violencia ni imposición. La esperanza no consiste en saber cuándo llegará el Reino, sino en vivir con confianza y apertura al futuro.
En este camino de esperanza, Benedicto XVI señala que existen tres lugares fundamentales de aprendizaje que nos ayudan a crecer y perseverar:
1. La oración: Rezar no significa salir del mundo y retirarse al rincón privado de la propia felicidad. No es una evasión, sino un medio para purificar los deseos y mantenerse en sintonía con Dios.
2. La acción y el sufrimiento: actuar con amor y aceptar el sufrimiento con sentido nos ayuda a madurar y a mantener la esperanza.
3. La solidaridad en el sufrimiento: compartir el dolor del otro nos hace más humanos y nos acerca a Dios.
El sufrimiento, tantas veces motivo de desesperanza y desesperación, nos enseña a esperar. Forma parte de la existencia humana. De una manera u otra, siempre nos acompaña. Ya sea por nuestra finitud o por la acumulación de culpas en la historia, el sufrimiento está aquí, está en nosotros. ¿Qué hacer con él?
1. Aceptarlo
La grandeza de una sociedad se mide por su capacidad de aceptar y compartir el sufrimiento de los demás. Si no es capaz de hacerlo, se vuelve inhumana. Esto también se aplica a los individuos, ya que solo quien encuentra sentido en el sufrimiento puede ayudar realmente a los demás.
2. No resignarse
Aun aceptando el sufrimiento, no hay que resignarse. Es fundamental hacer todo lo posible para reducirlo, prevenir el padecimiento de los inocentes y aliviar el dolor físico y emocional.
3. El sufrimiento nos humaniza
Sufrir por los demás y por valores como la verdad y la justicia nos hace más humanos. El amor y el sufrimiento van unidos en el proceso de crecimiento personal y espiritual.
4. Dios y la compasión
Dios no sufre, pero compadece. En Jesús, Dios asume el sufrimiento humano para demostrar su amor y cercanía a nuestra condición.
El obispo de Sant Feliu de Llobregat terminó su reflexión con estas palabras:
“Hay deseos que son meros espejismos, como el del viajero sediento que ve un oasis en el desierto. En *La quimera del oro*, Charles Chaplin inmortalizó este espejismo en la escena en la que, acosado por el hambre, pone sobre la mesa una de sus botas destrozadas y acaricia con sus labios los clavos de su viejo calzado como si fueran los huesos cubiertos de la carne de un ave exquisitamente cocinada.”
Sin embargo, a diferencia de esos espejismos, la esperanza es un deseo confiado. Aunque hoy en día esta confianza resulte difícil, es precisamente en la dificultad donde la esperanza se vuelve más necesaria. ¿A quién haremos caso: a la dificultad o a la necesidad? Para una mirada sin fe, confiar o no confiar puede parecer igualmente razonable y arriesgado. En cambio, para quien cree, la única salida es esperar con confianza en la fidelidad de Dios, pues esta fidelidad es una de las cualidades de su amor. Dios es Amor Fiel, y en esa fidelidad encontramos la garantía de nuestra confianza y, por lo tanto, de nuestra esperanza.
Con este mensaje en el corazón, concluimos la jornada compartiendo un tentempié fraterno en el claustro del convento.
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